2 mar 2014

La madre Norma Känzig relata los hechos


Todo empezó, el dia 5 de Junio de 1973, estaba en el séptimo mes de mi segundo embarazo, en horas de la mañana fui a cumplir con mi cita de control normal y de rutina de mi embarazo, en el Hospital Fernandez en la Capital Federal, Cervino 3402. Me acompanaba mi hijo mayor Oscar Alberto Baez que para esa fecha tenia diez meses de edad.

Ese día yo me sentía muy bien y todo estaba dentro de la normalidad, lo único extraordinario, era que yo siempre le insistí a mi medico en que mi embarazo era de dos bebes, pero el medico (Dr. Bonani) me insistía en que yo estaba equivocada, para esa epoca no se contaba con los medios y avances que la ciencia ha alcanzado en nuestros dias, no había ultrasonido, la revisión medica se hacia con la ayuda de un instrumento tipo embudo, con lo que se acercaba ha escuchar los latidos del corazón de los bebes dentro del vientre materno.

Lo que parecía una consulta normal y de rutina, se convirtió en el inicio de las labores de parto según lo que expreso el Dr. Bonani, me insistió en que debía trasladarme inmediatamente a la sala de parto y yo me sentía muy aturdida y preocupada porque no sentía dolores de parto, dilatación, ni tampoco se había roto la bolsa del liquido amniótico. Y para completar mi situación, mi primer hijo de tan solo diez meses de edad estaba conmigo, no tenía mis objetos personales propios para un parto, como la ropa mía ni la de bebe. El medico no me permitió volver a mi casa así que entré en la sala de parto acompañada de mi hijo de diez meses. Siempre sentí que mi parto prematuro fue provocado, porque me colocaron un medicamento intravenoso en una especie de liquido a goteo pero nunca me dijeron que medicamento contenía.

Nacieron los gemelos Carlos y Pablo
Al poco tiempo nació CARLOS GUILLERMO, no sentí ningún dolor propio de un parto. En la sala de parto estaban presentes el Dr. Bonani y una mujer que hacía las veces de su asistente, enfermera y que se hacía llamar Dra. Paulina. Al nacer CARLOS GUILLERMO el doctor y su asistente se ocuparon del recién nacido y yo me distraje tratando de cuidar y velar por mi otro hijo de diez meses que estaba en el piso tratando de alcanzar una rejilla de desagüe y que por obvias razones no era el sitio propicio para que un bebe de tan corta edad jugara o estuviese.

Paso un rato y al ver mi abdomen tan grande y comparándolo con lo pequeño que era mi hijo recién nacido, le insistí nuevamente al doctor en que yo sentía otra criatura dentro de mi. Su actitud fue despectiva para conmigo y me respondió interrogándome que si yo era medico? o que si era partera?. Hoy día recordando lo que viví y sentí en ese momento pienso que todo lo tenían fríamente calculado y previsto para apropiarse de uno de mis bebes recién nacidos. Nunca entendí su mal trato y su actitud hostil hacia mi.

Tanto medico como asistente salieron de la sala de parto y luego regresaron supongo yo que esperando el desprendimiento de la placenta, pero lo que pasó enseguida fue el nacimiento de mi segundo hijo que lleva por nombre PABLO RODOLFO. Es porque durante todo el trabajo de parto la asistente del Dr. Bonani me insistía en que si era una niña la que nacía se llamaria PAULINA, como ella. Como yo tenía ya el nombre seguro de mi primer hijo le dije que no. Pero al segundo nacimiento, como supuestamente el medico insistía en que no tenía dos bebes, yo no tenía un nombre escogido con anterioridad y accedí a ponerle a mi segundo hijo recién nacido el nombre de PABLO, por la partera asistente.

Sentí en ese momento una gran alegría porque durante los siete meses de gestación yo insistía en que tenia un embarazo de dos criaturas pero nadie lo creía. Y siempre me lo negaron con mayor ímpetu el medico BONANI y su asistente PAULINA. También recuerdo que dolor inmenso como tal sentí al momento de que el medico intervino para desprender la placenta. Ya que esta no salió por si sola y teniendo en cuenta su gran tamaño al ser de un embarazo gemelar, me pidieron autorización para que fuese donada para fines educativos y estudios posteriores dentro del hospital, sin pensarlo yo firme la autorización consintiendo el donativo.

Una monja me regaló dos rosarios
Los bebes fueron puestos en encubadora y con una sonda umbilical después del parto como medio de precaución  La medico neonatóloga encargada de la salud de los recién nacidos era la Doctora CATALDI. A mi me trasladaron a una habitación para madres en el cuarto piso del hospital, donde se encontraban también otras tres madres mas que habían dado a luz como yo. Poco después del medio día llegó mi marido y se hizo cargo de mi hijo mayor de diez meses de edad.

Al día siguiente del nacimiento de mis hijos CARLOS GUILLERMO y PABLO RODOLFO, mis familiares me hicieron llegar los artículos personales propios y necesarios para una mujer en parto y la ropa para los bebes. También se perfectamente que recibí en el hospital la visita de una MONJA-RELIGIOSA. No recuerdo bien si fue al segundo o tercer día del nacimiento de mis bebes. A esta mujer nunca la habia visto antes y era cierto que yo sí conocía a algunas de las monjas-religiosas porque yo habia trabajado en ese mismo hospital dentro del kiosco. Se acercó a mi con una serie de preguntas desconcertantes entre ellas una que siempre tengo presente: Como iba hacer para criar a tres bebes? Ella me regaló dos rosarios para los recien nacidos, y después uno de esos rosarios yo pedí que le pusieran en el ataúd al bebe supuestamente muerto.

El segundo día después del nacimiento de mis bebes (6 de junio) lo pasamos sin problemas o sin ninguna mala noticia sobre la salud de los recién nacidos. Todo estaba dentro de la normalidad. Yo los visitaba constantemente en la sala de incubadoras y me admiraba al verle sus reaciones semejantes y secuenciales. Si uno abría sus ojitos, el otro inmediatamente después hacía lo mismo. Movimientos y gestos similares tenían, solo se diferenciaban por 80 gramos de peso entre uno y el otro. Yo no tenía aun leche materna para alimentarlos así que los recién nacidos debían alimentarse con biberón.

Supuestamente murió Pablo
En la madrugada del tercer día del nacimiento de mis bebes (8 de junio) escuché como algunos hombres hablaban algo respecto a " los mellizos". Salté de mi cama y me dirigí a la sala de incubadoras. Allí me encontré con tres hombres de los que no reconocí a ninguno y pregunte Que pasa con los mellizos? A lo que me contestaron: Nada, quien es Usted?, vaya a dormir que es tarde. No había empleados del hospital en la sala de incubadoras. Yo me fui a mi cuarto y esperé un rato hasta ver si se iban y regresé a la sala de incubadoras porque estaba angustiada por mis bebes. Todavía se encontraban allí los mismos sujetos, al verme nuevamente me pusieron algo como una especie de toalla en la cara y de allí no recuerdo nada mas sobre esa noche.

Al día siguiente, desperté alrededor de las 7 de la mañana e inmediatamente me fui a la sala de incubadoras a ver a mis bebes y me doy cuenta que falta uno de ellos. Pregunté inmediatamente por él y me contestaron que si no me acordaba de que uno de los bebes había muerto la noche anterior. Me desesperé porque todo estaba bien el día anterior y les dije que quería ver a mi bebe muerto. Me dijeron que no era posible porque ya lo habían llevado a la morgue y como era fin de semana nadie tenía acceso a esta dependencia. También por ser fin de semana mi medico personal no se encontraba y había poca gente trabajando. De igual forma yo también estaba sola porque no me acompañaba nadie de mi familia.

El lunes bien temprano, tubieron que hacer el traslado del ataúd con los restos mortales de mi bebe de la Capital Federal a la provincia de San Miguel que era donde nosotros residíamos. Yo me encontraba muy mal de salud, pienso que motivado a la supuesta perdida de mi bebe y que no se me permitió ver el cuerpo de mi hijo fallecido. Cuando quise saber la causa de la muerte de mi hijo me dijeron que se trataba de un problema de cromosomas. Pero en la historia clínica constaba que la muerte se había producido por una hemorragia interna. Nunca se me entregó un documento que constatara la causa de muerte de mi hijo.

Hice exhumar los restos
Después de abandonar el hospital y regresar a mi casa en San Miguel, mi vida y la de mi familia cobró una aparente normalidad. Una vez a la semana visitaba con mis dos hijos la tumba de mi bebe fallecido en el cementerio, pero nunca pude superar el dolor de haber perdido ese bebe. Siempre lo llevaba presente, sentía que mi hijo estaba vivo. Un día cualquiera pensé que si debía esperar diez años para la exhumación de los restos prevista por ley, ya no me quedarían restos para seguir mi búsqueda de la verdad. Es algo increíble pero yo siempre sentía que debía buscar a mi hijo porque esos restos no eran de mi bebe y el no había muerto. Por eso entré en contacto con el trabajador de esa sección del cementerio y me informé sobre la posibilidad de exhumar los restos antes del tiempo previsto. El dijo que no era posible legalmente y entonces le dije que cuanto me costaría la exhumación de los restos extra-legalmente. El me respondió una cifra que para mi estaba inalcanzable en ese momento y que solo logré juntar después de tres años de ahorros. 8.000 dólares le pagué de manera extraoficial al empleado que inmediatamente desenterró los restos de mi supuesto hijo. Al verlo, lo que reconocí fue el rosario que me había regalado la monja-religiosa en el hospital para cuando se dio el nacimiento. El resto eran solo huesos, los cuales fueron puestos en una urna, incluyendo el rosario y trasladados a un nicho. Años mas tarde, fueron trasladados nuevamente a la bóveda de la Familia Baez.

Yo, Norma Alicia Känzig-Baez bajo la gravedad del juramento aseguro que mi esposo Oscar Eduardo Baez siempre me mintió con respecto a la petición que yo le hice cuando el bebe supuestamente falleció. Le había pedido que por favor viera el cadáver y comprobara si ese era mi bebe. El siempre me dijo que lo había visto o evadía la pregunta. Me decía entonces que ya estaba madura para el manicomio y que si no me daba por satisfecha el saber que mi hijo estaba muerto y enterrado, esa era su respuesta.

Por todos estos años siempre he tenido el presentimiento de que mi hijo estaba vivo. Su hermano gemelo Pablo también me decía que el sentía que su hermano estaba vivo. Muchas veces salíamos a buscar por las calles algún niño que el había visto o que consideraba que podría ser su hermano.

Seguí con la búsqueda desde Suiza
En 1990 nos trasladamos la familia Baez-Känzig de Argentina a vivir en Suiza. Mis hijos nacidos y vivos OSCAR, PABLO Y MATIAS, mi esposo y yo llegamos a vivir en este país. Mi hijo menor MIGUEL nacio en Suiza. Para el año de 1995 fui de visita a Argentina y aproveché para sacar los restos óseos de mi supuesto hijo fallecido y a mi regreso a Suiza los traje conmigo. Yo seguía con mi presentimiento y nunca acepté que mi hijo hubiese fallecido porque mi corazón de madre me decía que él estaba vivo.

En el año 2001 me separé de mi esposo Oscar Eduardo Baez y tiempo después obtuve el divorcio. A principios del año 2004, vino de visita a Suiza una de la hermanas de mi ex esposo, BLANCA BAEZ, con la que siempre tuve una buena relación. Un día cualquiera conversando nuevamente sobre el tema de mi hijo fallecido, le pedí que por favor le preguntara a su hermano, o sea a mi ex esposo Oscar Eduardo Baez, si era cierto o no que el había visto el cadáver de mi hijo fallecido. Ella cumplió mi petición y su hermano le contesto diciendo que el nunca vio a su hijo muerto. Cuando ella me contó la respuesta de mi ex esposo fue como si mis sospechas tomaran mas fuerza y me propuse investigar lo que había pasado realmente.

En diciembre de 2004, por recomendación de mi medico de familia y al ver este mi angustia con respecto al tema de mi hijo fallecido supuestamente, decidí hacer una prueba pericial de ADN. Me dirigí a la sección de Medicina Forence del Hospital de St. Gallen en Suiza. Al no poder ellos ayudarme con mi caso, me remitieron a la sección de Medicina Forence de Lausanne en Suiza. Me puse en contacto con dicha institución y realicé el procedimiento correspondiente para recolectar la muestra genética en mi persona. Para que esta fuera comparada con la muestra que pudiesen extraer de los restos óseos que yo aportaba como de mi supuesto hijo fallecido. El resultado para este laboratorio fue inconcluyente porque para ellos se hizo imposible analizar el material genético de los restos óseos que yo aportaba. Pasó el tiempo y yo seguí con mi sentimiento de madre que sabía que mi hijo no estaba en esos restos.

No son los restos muertos de mi hijo
A finales del 2009, un día cualquiera le comenté el caso de mi supuesto hijo fallecido a mi nuera Liliana Severiche y ella como es abogada de profesión me dijo que por qué no intentaba realizar una nueva prueba de ADN. Que por qué no buscaba a un laboratorio particular o del que se supiera fuera el mas moderno e idóneo para ayudarme a despejar mis dudas con respecto a si los restos óseos que yo poseía  pertenecían o no a mi hijo. Fue así como mi nuera, se puso a la tarea de buscar en internet el laboratorio que contara con la tecnología, el buen nombre y la reputación idónea para practicar la prueba de ADN que yo estaba necesitando. Y fue así como llegó a los datos del laboratorio ORCHID CELLMARK, en Dallas Texas en Estados Unidos. Dicho laboratorio contaba con el respaldo de ser un laboratorio que trabaja para el FBI en Estados Unidos, así que tenía un prestigio reconocido. Por lo tanto ella se puso en contacto con el laboratorio, les contó mi caso y preguntó si ellos podían hacerse cargo de realizar el examen de ADN que yo estaba necesitando. El laboratorio realizó un cuestionario minucioso con preguntas concretas sobre mi caso. Se me indicó que debían tomarme en Suiza la muestra genética de donde se analizaría mi perfil genético para poder compararlo con el perfil genético de los restos óseos que yo tenía en mi poder. Fui entonces nuevamente al departamento de medicina Forence del Hospital de St. Gallen y allí me tomaron la muestra correspondiente. Cuando tuve en mi poder mi muestra y el resto de los requisitos necesarios para realizar el examen genético en los Estados Unidos, mi hijo mayor Oscar Alberto Baez y mi nuera Liliana Severiche realizaron el envío de los mismos al laboratorio en Estados Unidos.

Continuamente teníamos contacto con el laboratorio. Los resultados de la prueba del laboratorio Orchid Cellmark fueron entregados a principios de marzo de 2010 en Suiza. La carta decía que: el cadáver que me entregaron el año 1973 no son los restos muertos de mi hijo Carlos Baez.